En esto estamos...

Parar la pelota. Pensar. Otear el horizonte. Levantar la cabeza en la mitad de la cancha y dejar de correr por los laterales mirando al suelo. Hay formas de trabajar la seguridad. Pero lleva tiempo. Planes. No hay respuestas en la urgencia. Este no es un blog urgente. Hay que abrir los ojos. Mirar al otro. Sentirlo. Traerlo. Acá vamos a tratar de reflexionar, de jugar corto para llegar lejos. Vamos a discutir la inseguridad y analizar las políticas de seguridad. Hoy, en general, no hay verdades ni mentiras: hay apuro hueco y complicidades. No nos bancamos el discurso dominante sobre la inseguridad y somos críticos de las cortas respuestas progresistas. Vamos por más. Vamos al hueso. A donde duele. A veces duele sentir y muchas otras, pensar. Somos Criminal Mambo. Un blog sobre seguridad ciudadana del campo nacional y popular.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Pequeñas escenas de la vida policial y periodística



Para Criminal Mambo 
por Francisco Capurro Robles (Pancho)

Hace unos meses:
Acaban de matar a un pibe de un escopetazo en la cabeza. Tengo que estar desde las 6 de la mañana hasta nosecuándo en la oficina del comisario para recibir a los medios, que empiezan a llegar cuando en los canales de televisión la noticia se reproduce como los conejos. 

Llega el comisario del destacamento y saluda con respeto, porque yo no trabajo para él. Me pide perdón por la tardanza y me explica que cuando le avisaron que en un intento de robo había muerto un chico de 17 años, él estaba en un hotel alojamiento con una coloradita de 20, a la que le estaba dando por todos lados, porque ella tenía intenciones de entrar a la fuerza (a la Policía, no a irrumpir en ningún lado, ni a la fuerza de Yoda en Star Wars), y acá esas cosas primero se manejan así, porque entonces ahí podés ver el nivel de sometimiento que puede tener un subordinado tuyo. 

Le pongo cara de asco. Empiezan a entrar las cámaras. Vamos a atender de a uno, me avisan, porque la idea es hacerlos esperar mucho tiempo para que se cansen y se vayan a otro lado. No se va nadie. Quieren más sangre: ¿Vos tenés el teléfono de la madre? ¿Sabés si el chico hacía deporte, si era buena persona? Parece que el pibe era de lo mejor, intachable. Se llama (pongámosle) Juan, pero al aire decí Juancito, que eso conmueve más. 

Todos salen en vivo. Reproducen, repiten, magnifican, reviven, detallan, exageran, inventan, amplían,  exaltan, elevan, engrandecen y vuelven a salir en vivo media hora después. Así, durante 5 horas, hasta que cambia el turno de los móviles y llega otro equipo periodístico que vuelve a revivir el circuito. Pero no a Juancito.

A esta altura, parece que mataron a 50 pibes.

Hace unos días  

Golpe Comando. Parece el título de una película. Si algo aprendimos de Hollywood y su insistencia en filmar épicas historias policiales, es a prever los finales de esas películas donde a la media hora ya se sabe quien es el infiltrado, quien el informante, quien el traidor, y quien no la va a contar al final. Gracias a esos films es que sabemos de armas, de tecnología en seguridad, de blindajes y de intervenciones de las fuerzas especiales, y sabemos intuir para qué lado va a dispara la historia. 
 
Entonces de repente pasa lo que pasó en Benavídez. Y se arma la película, porque además está todo filmado, y porque hay conjeturas varias. Pero esta vez, nadie puede adivinar el final.
Escena del crimen. Un policía, con más futuro de operador político que de funcionario público, ofrece su visión del asunto, que huele más a futuro microemprendimiento productivo que a interpretación objetiva. “Shabés lo que pasha, que nosotros tenemos que andar con equipos viejos, con vidrios antibala que ya no resisten, porque los chorros tienen armas que los perforan. Entonces si vos no invertís en eso van a seguir muriendo soldados. Esho pasha”.

Nacidos y criados como si estuvieran en una guerra. Así se hacen entender: a los tiros. Es la única manera, el lenguaje de las armas. Un periodista que sabe del tema me explica. Los Fal con los que tiraron no llegaron a perforar el vidrio que protege la guita, por eso no se la llevaron. Porque las balas no tienen el poder para romper el blindaje de algunos cristales. 

Entonces comienza el circuito en la televisión, se contabilizan los policías muertos en lo que va del año, se esbozan teorías fundadamente conspirativas, y se repiten hasta el hartazgo la imágenes de una mujer –pariente de uno de los policías muertos- que le dice al Jefe de la policía que los patrulleros en los que andan no tienen cinturones de seguridad. Y se lo dice con respeto eh, y le aclara que se lo dice con respeto, pero el Jefe le repite que él no está para darle explicaciones a ella. 

Y vuelve a proyectarse otra imagen, durante el traslado del ataúd del policía, de otra mujer que llora y que simula acunar a su hermano menor muerto, y que pide que no le toquen la piel mientras se mece con los ojos cerrados y las cámaras de televisión bien abiertas.

Ya tenemos la introducción de Golpe Comando, un film que promete. Ya tenemos acción y lágrimas, dos teorías y muchas dudas. Tenemos todos los condimentos para llenar la sala, para vender mucho pochoclo y para editar el DVD dentro de algunos meses. Solo falta el héroe, el arrepentido, el informante, el infiltrado que le saque la máscara al delito, que termine con el flagelo de la inseguridad.

En esta película falta Leonardo Di Caprio.

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