2) Tradicionalmente cuando la policía tortura en una comisaría pasan dos cosas en la investigación judicial: o no se investiga o se investiga como apremios ilegales y no como tortura (la pena por apremios es de uno a cinco años y por tortura de ocho a veinticinco años de prisión).
3) Realizada esa crítica que, por supuesto, requiere mucho más análisis, Rulo, con tu permiso, quiero comentar una sentencia judicial que, como una isla, muestra algo de esperanza en este naufragio. Es un caso que comentamos acá, en el cual se denunció que policías de la Comisaría 23 habían torturado a tres menores (dos de 17 y uno de 16) en julio del año pasado. Las torturas fueron con una especie de picana eléctrica en el patrullero y en la comisaría. Además, también como método de tortura, los policías les pegaron en la cara y les cortaron el pelo. Simplemente los acusaban de romper el vidrio de una camioneta. El caso fue publicado, entre otros lugares, en el suplemento Ni a Palos del diario Miradas al Sur el 2 de enero de este año.
Fue el primer caso en los últimos 8 años que la Defensoría del Pueblo de la Ciudad tomó conocimiento de la implementación de la picana como instrumento de tortura en Comisarías de la Ciudad. Y fue el primer caso en esa institución en el cual se tuvo como protagonista a una mujer policía en un caso de tamaña relevancia de brutalidad y/o violencia policial.
Lo cierto es que el Juzgado de Instrucción n° 26 de la Capital, a cargo de Mariano Scotto, el 8 de abril, procesó por torturas a la mujer policía, que estaba a cargo esa noche del servicio externo de la Comisaría 23, y a dos policías más involucrados, y les ordenó la prisión preventiva. La mujer, Natalia Fernanda Verón, está prófuga. El fallo advierte sobre el desprecio a la dignidad humana que mostraron los procesados respecto de los menores detenidos. A otros policías que también estuvieron esa noche los procesó por apremios ilegales y/o por el delito de omisión de denunciar. El juez tomó partido por una postura frente al delito de tortura: para configurarse tortura no es necesario requerir una confesión sino que lo que importa es la gravedad de los sufrimientos físicos y mentales impuestos a la víctima.
4) Para nosotros esto es un problema de seguridad y es mucho más trascendente que lo que habitualmente nos muestran como inseguridad. Básicamente por los bienes en juego. Es mucho más importante en una democracia la dignidad humana que el vidrio de una camioneta. Esto es lo que se está diciendo cuando, para empezar cualquier política seria, se anuncia una reforma en las instituciones de seguridad. Estos policías aprendieron en la dictadura y en estos casi 30 años de democracia (ayudada por políticos cómplices y medios de comunicación irresponsables) que la propiedad de un rico es más importante que la vida de un pobre. Así de sencillo. Y la reforma que empezó Garré apunta a modificar eso, la base de la pirámide.. Ya lo dijo Righi hace casi 40 años, un adelantado. Por eso hay que cambiar los nombres de las escuelas, los profesores. Y militar y laburar para que también los jueces se comprometan con este nuevo paradigma.
5) En definitiva, Rulo, vos sabés que en este blog queremos ser prácticos. No por desconocer la complejidad del tema de la seguridad ni mucho menos. Pero pensemos. Si un juez o jueza dicta prisión preventiva a un ladrón de gallinas y no investiga una tortura, está ayudando a generar más inseguridad. El fallo que comentamos, por suerte, pone el ojo donde pocos jueces quieren ver, en ese lugar donde la política pública nacional está mirando con mucha más atención desde diciembre del año pasado. Salud.
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