Amigos Lupus y Rulo, hacía un tiempo que no les escribía.
Les debo muchas historias. No porque me las reclamen, sino porque siento que tengo la necesidad de decir algunas cosas, y a ustedes les ha tocado en desgracia tener que conocerme y de vez en cuando soportar estos embates en una verba que se puede calificar como más o menos mediocre. Espero que sepan comprender este ataque violento de criminalmambitis.
Para relajar, les propongo un juego: que adivinen en qué año y lugar se escribió el texto que les transcribo a continuación, y quién fue el responsable de plasmar en un papel semejantes ideas.
Si, viene choreado el post. Al final van las opciones
Pancho
(…)¡Van a hacerme un héroe! Esa es la última noticia…La locura de las matanzas ha de ser extraordinariamente imperiosa, ¡para que se pongan a perdonar el robo de una lata de conservas! ¿Qué digo, perdonar? ¡Olvidar! Desde luego tenemos la costumbre de admirar todos los días a bandidos colosales, cuya opulencia venera con nosotros el mundo entero, pese a que su existencia resulta ser, si se la examina con un poco más de detalle, un largo crimen renovado todos los días. Pero esa gente goza de gloria, honores y poder, sus crímenes están consagrados por las leyes, mientras que, por lejos que nos remontemos en la historia –y ya se sabe que a mí me pagan para conocerla-, todo nos demuestra que un hurto venial, y sobre todo de alimentos mezquinos, tales como mendrugos, jamón o queso, granjea sin falta a su autor el oprobio explícito, los rechazos de la comunidad, los castigos mayores, el deshonor automático y la vergüenza inexpiable, y eso por dos razones: en primer lugar porque el autor de esos delitos es, por lo general, un pobre y ese estado entraña en sí una indignidad capital y, en segundo lugar, porque el acto significa una especie de rechazo tácito hacia la comunidad. El robo del pobre se convierte en un malicioso desquite individual ¿me comprende?... ¿Adónde iríamos a parar? Por eso, la represión de los hurtos de poca monta se ejerce, fíjese bien, en todos los climas, con un rigor extremo, no sólo como medio de defensa social, sino también, y sobre todo, como recomendación severa a todos los desgraciados para que se mantengan en su sitio y en su casta, tranquilos, contentos y resignados a diñarla por los siglos de los siglos de miseria y hambre…Sin embargo, hasta ahora los rateros conservaban una ventaja en la República, la de verse privados del honor del llevar las armas patrióticas, nacionales y populares…Pero a partir de mañana, esa situación va a cambiar. (…)
¿Quién lo dijo?
1- Raúl Alfonsín, Buenos Aires, 1983
2- Luis Majul, Siberia, 2011
3- Nilda Garré, Buenos Aires, 2006
4- Bono, Dublin, 2001
5- Bernardo Stamateas, Punta del Este, 2009
6- Elisa Carrió, Ragnarok, 2035
7- Marcelo Saín, Morón, 2011
8- Louis-Ferdinand Céline, París, 1952
9- Martín Buscaglia, Cabo Polonio, 2008
10- Jorge Asís, Quilmes, 1492
La solución, en el próximo capítulo…
1 comentario:
Louis-Ferdinand Céline, París, 1952 :)
Saludos,
Ce.
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